lunes, 10 de junio de 2013

Luces y Sombras



Y me vi a mí misma como un conejo asustadizo cuyo único cobijo eran unos matorrales secos. Atenta al ruido más ínfimo pero consciente de que si algo habría de pasar, pasaría. Y así, con este pensamiento decidí esconderme en este gran bosque, en esta gran jungla que hemos decidido llamar ciudad. 


Las luces son fascinantes. Están por todas partes, brillando fieles, incondicionales, regulando un tráfico salvaje en medio de una orgía de ruidos. Sonidos de neumáticos que al pasar dejan recuerdos de un lejano mar azur. Gente en el interior de  los vehículos o máquinas tal vez, meros autómatas que viven sus días sin pena ni gloria, sin instintos ni pasiones, sin ganas, sin miedo, sin inteligencia. Todo eso conlleva demasiado trabajo.


¿Habrá acaso un zahír, una piedra angular, un lugar al que volver? ¿Melodías y no ruido, civilización y no miseria? ¿Dejaremos de lado esta ciudad fantasma? ¿Nos convertiremos en fantasmas algún día? ¿Algún otro día dejaremos de serlo? Abandonaremos nuestro cuerpo y nadie conocerá lo que hemos visto, vivido, recordado ni pensado; los motivos por los que hemos reído, las personas por quienes hemos llorado. Sólo seremos un cuerpo más, unas cenizas más que devolver al mundo. Polvo al polvo como se suele decir. No distamos demasiado de los animales, en muchas cosas somos peores que ellos. Hemos perdido el instinto de supervivencia. Vivimos en un día eterno sin pensar que el ocaso nos llegará en algún momento. Mas debemos de pensar en el ocaso, hemos de aceptar el ocaso. 


"No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera."










 


Jorge Manrique. Coplas por la muerte de su padre.
























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