jueves, 30 de abril de 2015

Cincuenta y seis



Cuando estás cerca de mí, te miro y creo empezar a conocerte.

Son esos momentos en los que me devuelves la mirada, sonríes y me preguntas qué pasa.

Y otras veces, de repente y sin venir a cuento, me sorprendes con una palabra nueva, una vivencia desconocida o una reacción desconcertante y pienso...

Que, muchas veces, eres dulce como las fresas cubiertas de chocolate. Esas que al masticarlas te hacen sentir su jugosa textura en el paladar y suavizan la garganta cuando tragas.

Que, otras, eres ácido como el limón que aporta la chispa de la Coca-Cola. Y ahí es cuando pruebo las contestaciones ingeniosas -e incluso las bordes-. Esas que, más pronto que tarde y como por alquimia, acaban por transmutarse en una sonrisa.

Que, en lo que respecta al picante, no podía pedir especia mejor para condimentar mis platos.

Y que, como tu lado amargo aún lo he probado,  sólo puedo imaginar que será ese sabor, a veces tan necesario, que nos hace ser conscientes de que la vida viste otro color distinto al rosa.

Con esto solo intento decir que hoy hace cincuenta y seis días desde que todo en mi vida sabe mucho mejor.  


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